sábado, octubre 28, 2006

fiesta, qué fantástica fantástica esta fiesta

el más bello tonto miniblues
eso se lleva caracol a la isla desierta

desembolsa su radiotransistor y se pone a bailar
y no olvida nunca su máscara, es entonces un monstruo fabuloso

de pronto la playa es pura conmoción
hasta los cocos se dejan caer de las palmeras
y los cangrejos se tropiezan con sus propias patas

"un momento", dice caracol, "se suponía que esta era una isla desierta"

"si quieres, nos largamos", dicen ofendidos los cangrejos y los cocos

"no, por favor, si están todos invitados. Además, necesito de su ayuda"

"ya decía yo que la pachanga no era gratis", refunfuñó el coco mayor
"lo sospeché desde un principio", masculló el cangrejo colorado

"a ver, no se irriten, no se irriten. Esta es la danza de la tiara, la tiara de mi Galatea; háganla bien, y les cumplo un deseo"

"bueno, a mí no me vendrían mal unas orejeras o unas gafas", dice uno de los cangrejos

"yo quisiera saber cuántos cocos hay del otro lado de la isla", se escucha desde la palmera más cercana

"después nos preocupamos de esos detalles, compañeros. Ahora, a bailar se ha dicho"

y bailan, bailan como locos hasta las siete de la noche

viernes, octubre 20, 2006

cíclopes

ella dibuja con la luz, tiende puentes

caracol no sabe dibujar, tiene problemas con la luz, se cae de todos los puentes


ella: el ojo del mar a las seis de la tarde

caracol: Polifemo sin mar, llegando siempre tarde a los encuentros


ella no cree en el adiós, pero lo entiende

caracol cree que entiende, mira al cielo raso y dice "alas"


cada uno: una pupila de gaviota

cada gaviota: caracol no tiene idea, pero suena bonito


srta p, ¿qué cosa es cada gaviota?


la quiero mucho

sábado, septiembre 30, 2006

anfibios

I
aquí hay un sapo
y croa

¡plas!

ya no croa
pero igual hay sapo

lo agarro de las patas y lo pongo a bailar

míralo bailar
es todo un experto

caracol me echa una mirada de desaprobación
y se guarda en su conchita

al rato escucho bien quedo: croap croap croap

por eso caracol no me merece respeto alguno


II
el frío es un adentro
el adentro es una piedra y un asno
aquí en la calle hay una piedra, pero no hay asno, todo esto dice caracol, y es bien zonzo

¿qué es una piedra sin asno?, se pregunta

no, no, no; esto no puede ser una piedra

entonces saca las lupas y los estetoscopios y los dulces y procede a examinar la presunta piedra sin asno

su estudio exhaustivo no llega a ninguna conclusión, porque caracol no sabe para qué sirven los instrumentos, salvo los dulces

de todos modos la arropa con su chaqueta por si acaso, puede que sea un adentro, y caracol no quiere agarrar pulmonía

o peor aún, puede que sea una salamandra tachuela, y es bien sabido que todo aquel que no abrigue a una salamandra tachuela encontrada en el camino recibirá algo misterioso en el momento menos pensado

caracol finalmente se pone su chaqueta

por eso no le tengo una pizca de respeto

miércoles, septiembre 27, 2006

gusano möbius

Ni bien lo vimos llegar, lo supimos: caracol tenía gusano möbius, pero nos quedamos callados. Esas cosas no se dicen así nomás, y aunque caracol no nos importaba en absoluto, decidimos que pasara lo que pasara no debía enterarse.

Eso explicaba por qué estábamos solamente tres además de caracol, los otros no aparecieron. Usualmente las reuniones para el juego son bastante concurridas, al punto de no caber todos en la mesa; algunos participan de pie (los que tienen pies) y los que pueden flotar se mantienen suspendidos sobre nosotros, esquivando la lámpara que cuelga del cielo raso como un ahorcado repugnante (tenía que decirlo, es un espanto de lámpara), mientras dure el juego. Estaba claro que ellos, los más movedizos y veloces, lograron informarse a tiempo y prefirieron no asistir; aunque resultaba sumamente ridículo, porque el gusano möbius no es contagioso. Tampoco letal, aunque sus efectos son devastadores para el portador; es casi un irse despojando, descascarando anímicamente; no, es precisamente un irse desgajando hasta quedarse con lo mínimo, eso que ya no tiene nada debajo o detrás.

Los tres ya habíamos resuelto anticipadamente que esta vez dejaríamos ganar a caracol; no porque le tuviéramos compasión o algo semejante, era simplemente por un mero sentido del equilibrio; consideramos fundamental que ninguno de nosotros prevalezca sobre los demás, solo así cada una de nuestras vidas es posible. Luego de mirarlo y descubrir oscuramente que tenía gusano möbius, comprendimos que dejarlo ganar iba a servirnos para el propósito que acabábamos de imponernos: que no se enterara de su padecimiento. Era bastante sencillo, caracol nunca ha entendido el juego; lo único que teníamos que hacer era decirle “qué bien, caracol, hoy estás muy inteligente”, y él nos creería y se pondría feliz, aunque ya dijimos que no nos interesaba que se sintiera feliz; equilibrio, todo se trataba del equilibrio. De todos modos siempre hemos tenido marcadas las cartas, así que, aun siendo innecesario, nos encargaríamos de que le tocaran las mejores.

Llevamos bien grabadas las informaciones de los diarios sobre el gusano möbius: “… tiene forma de aro y es aplanado. No entra propiamente en la clasificación de los parásitos, pues no se beneficia dentro del organismo invadido: no se alimenta, no busca reproducirse, y sus efectos no duran más de unas horas…”. También nos sabemos de memoria algunos pasajes del poema que le dedicara Ebelio Saint-Pretel: “es un engaño en el espacio / no tiene adentro / no tiene afuera / el cuerpo imposible / una circunferencia en tres dimensiones con un solo lado / un lado solo / una sola cara para el mundo”. Lo sabemos de memoria por lo estúpido que nos parece; humor no nos falta.

Empezamos a jugar.

Ya el de mi derecha se había mandado algunas indiscreciones. En un momento hasta llegó a decirle: “Y, caracol, ¿no te sientes un poco acalorado?”. Yo buenamente le metí una patada por debajo de la mesa. El de la izquierda solo lo miraba y trataba de establecer el momento preciso de alguno de los despojos, yo simplemente me puse a carraspear para llamar su atención, pero comenzó a mirarme a mí con la misma cara de tarado. “¿Qué te parece si nos concentramos un poco en el juego?”, le solté, y dejó de andar hecho el analítico.

Le tocaba por fin a caracol. Viré la carta y era el 8 de trébol.

Diestro, Siniestro y yo no pudimos hacer más que mirarnos algo confundidos (he decidido llamarlos así para que el relato sea más sencillo, los nombres no nos importan demasiado; en lo que a nosotros respecta, podríamos muy bien llamarnos igual, incluso el nombre caracol no nos molesta mucho). La carta no debía ser el 8 de trébol, la marca era la del as de espadas. Caracol nos observaba un poco anhelante, así que nos tragamos la saliva y le dijimos: “visi man, caracol, estás de suerte”.

Todo hubiera ido de maravilla si no fuera porque en los turnos siguientes las cartas que esperábamos no salieron. A Siniestro le tocaron todas las más valiosas; y a mí a Diestro, las más altas; y aunque ya lo teníamos bien convencido a caracol de que llevaba la delantera con los puntos, cada vez que yo volteaba la siguiente no hacíamos más que mirarnos con el mismo gesto ridículo, como si estuviéramos cada uno frente a un espejo de desconcierto. Entonces ocurrió lo peor.

La tos de caracol se inició despacio, no nos produjo ninguna distracción, pero poco a poco fue tomando cuerpo, subió en intensidad y nos pusimos nerviosos; afortunadamente no duró más de dos minutos. El último estallido brotó de su boca babosa y al menos yo pude recuperarme, pero cuando quise verificar que los otros estaban igual de aliviados, Siniestro ya no estaba.

“Desertó”, pensé, “desertó el muy cobarde”. Creo que la lámpara colgaba más horrible que nunca.

Ahora estábamos dos, además de caracol, y empezamos a sospechar el uno del otro. Yo le metí otro puntapié por debajo de la mesa solo para que no se le ocurriera nada fuera de lugar. A caracol le chorreaban unas gotazas de sudor mezcladas con su propia baba; él no nos provocaba una pizca de simpatía, pero nos sentimos incómodos, por eso decidimos que ya era la hora de terminar el juego y proclamarlo campeón.

Volteé la carta, y estaba vacía, la mesa estaba vacía, el cuarto estaba vacío; solo estábamos yo y caracol.

Ya el gusano möbius había descargado toda su malicia; lo único que nos quedaba era empezar de nuevo.

viernes, septiembre 15, 2006

niño fantasma ejecutivo: ¿cómo marchan las acciones?

caracol llegar a parque no árboles hay, le tiemblan patas (ya sabemos que no tiene, pero le tiemblan), cajita de fósforos, saca pergamino papel de arañas:

niño fantasma ejecutivo, guardián resbaladera, gran portal hacia allá lejos, ya conseguir cambiar foco, poema para tu disfrute espectral ejecutivo:


I
un interruptor de luz
el acto que lo alcanza y lo vuelve útil
y no hay magia
¿por qué de pronto el cuarto pende con un cansancio de palomas?


II
habrá que buscar en ese vértigo, en ese mueble, en esa esquina
una semilla de espuma lanceolada

habrá que perdonar en el espejo
todos los mantos y tijeras


II
ya se acaba el poema
no se embelese
es sólo que hoy traigo la baba hecha pegoste





desembolsa cajita, la abre, echa fósforos al suelo, fffuuuusss

se prenden solos

lee mensaje entre las llamas:

'estás despedido'

—es la quinta vez que me despide
—estás recontratado
—gracias

y caracol arroja el pergamino al fuego: canguil de arañas de colores

lunes, septiembre 11, 2006

entrevista a andreas equino peyoth

Mañana sombríosoleada, parque, aceitunas en bolsillo, andreas recibir caracol con ternura mirada, voz gorda y amable, todavía silla imposible, traído micrófono pero haber olvidado grabadora, luego de entrevista malabares aceitunas, yupi:

—¿andreas equino peyoth?
—nombre
—¿años?
—326 coma 8
—¿como 8?
—¿8 qué?
—aceitunas
—con miel
—guácale
—así comemos en finlandia
—¿andreas oriundo finlandia?
—no
—oh, comprendo; ¿peyoth alucina lectores?
—cuando me leen mucho
—¿qué escribe?
—palabras y fluidos
—¿dónde?
—maceta
—¿nómada entonces?
—natural de finlandia
—¿andreas finlandia?
—no
—oh, comprendo, ¿y usted comprende?
—regular tres cuartos, 7 coma 9
—¿como 9?
—¿9 qué?
—aceitunas
—¿brinda?
—traje sólo 4
—nunca vienen de a 4, como mínimo en grumos de 25
—¿se come 25?
—no como
—interesante, interesante




Espinas no asustan, abrazar dan ganas, finlandia pero no finlandia, allá lo leen, retrato de odilon redon, probrar si ponerme máscara Polifemo asustarlo, sospecha de posible pata de silla en rincón sombríosoleado de cerebro:

—¿fluidos mojar lectores?
—empaparlos
—oh, modesto
—no, mojado
—¿equino de caballo?
—de erizo y de caballo
—¿nómada, entonces?
—trasplantado en finlandia
—¿vivir finlandia?
—nunca, de vez en cuando, siempre, jamás
—clarísimo
—no, mojado
—¿continuar entrevista?
—siga, por favor, pero no lo haga
—¿hacer qué?
—entrevista, por eso siga nomás
—brillante, brillante
—gracias, adulón
—ahora ponerme máscara Polifemo, buuuu
—aplauso
—gracias, adulón; veo que no asusta; ¿con qué aplaude?
—con las manos
—¿tiene?
—no, por eso
—profundo
—lo sabo

Entre caracol y andreas parece que brota pata de silla:

—¿la ve?
—pero prefiero maceta
—¿entonces la ve?
—yupi
—¿políglota?
—sólo saber yupi

caracol saca desde su bolsillo 3 aceitunas con la boca, hace un veloz movimiento premalabar (velocidad de caracol no computable), abre la boca y ellas se desploman adoloridas (la más zonza de las 3 rebota en pata de silla):

—¿le gustó?
—me asustó, asombroso
—caracol haberlo estudiado en la sorbona, malabares largo estudio
—¿y la número 4?
—se la regalo
—pero no como
—perfecto, perfecto
—quítese máscara por favor
—¡gracias!

sábado, septiembre 09, 2006

quema dura

Saca un libro de su caparazón y lee:

"Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas"

desembolsa su radiotransistor y escucha:

"Mil veces las flores... se marchan... renacen porque sí... no sé"

entonces comprende que no hay nadie más perdido que él

que las flores siempre se le queman en las manos cuando más le perfuman el mundo y los pulmones y las horas

que lo que alguna vez tuvo despierto siempre se le marcha, se le va como envuelto en fantasmas de humo

y siente una culpa que no duerme, tan helada como el fuego

y lo peor es que ha estado en la sala completamente oscura, aún no ha podido cambiar el foco, y desconoce totalmente dónde tiene los oídos:

"¡horror!, el radiotransistor apenas si se puede ver,

por más que acerco el libro hacia donde debería tener una de las orejas no lo oigo,

¡cuánta desdicha para caracol!, ¡caracol no tiene suerte!, ¡glup glup glup!"

jueves, septiembre 07, 2006

Es de no creer

Caracol asoma la cabeza fuera de su caparazón y mira hacia arriba.

"Cielo raso allá lejos. Pered recién pintada, no poder trepar. ¿Cómo caracol cambiar foco?".

Caracol piensa: "¿Silla?", y se pone a imaginar una silla.

Decide empezar por las patas, pero caracol no tiene patas, tampoco brazos, así que le resulta bastante difícil.

Ahora lo intenta con el espaldar, pero le parece demasiado zonzo.

Entonces, y con mucho dolor tengo que decirlo (aunque no entiendo bien por qué, porque caracol a mí no me importa, en absoluto), se frustra.

"Silla buena, útil. ¿Por qué no poder imaginar silla?".

"Alas", piensa caracol. "Solo querer imaginar alas".

Y se vuelve a meter en su conchita.